"En el idioma de estos pueblos, la palabra yámana quería decir ni más ni menos que "hombre". Estos hombres vivían en una zona donde la vida es muy difícil para los seres humanos: hace frío, hay mucha lluvia y en las islas barridas por el viento hay poca cosa comestible. Más acogedora es
"Los yámanas estaban hoy en una playa y mañana en otra; el lunes en una isla y el jueves de la semana siguiente en la de más allá. ¿Qué les pasaba, eran inquietos? No, ni más ni menos era que tenían que comer, así que cuando en una parte no había más animales comestibles (y eso que para ellos prácticamente todos los animales eran buenos para comer), juntaban sus cosas, que eran muy pocas, las metían en su canoa y se iban para otro lado. Por eso, como vamos a ver, sus casas eran tan sencillas y fáciles de hacer y no tenían drama en abandonarlas."
Palermo, M.A. Los Yámanas. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.
"Los yámanas usaban muy poca ropa. Hombres, mujeres y chicos llevaban una capa corta, de piel de lobo marino cachorro (la de ese animal adulto es demasiado dura y gruesa), de nutria de mar, de guanaco o de zorro; algunas mujeres también usaban la piel del cormorán, con sus plumas." (...) "¿Por qué tan poco en zona tan fría? Más que nada por la humedad. En la canoa pasaban mucho tiempo y allí las olas los salpicaban a cada rato. Y cuando se largaba a llover tenían que aguantar la lluvia hasta llegar a la costa y meterse en las chozas. Así que andar muy emponchado hubiera significado ropa mojada, incómoda y fría (...) " (...) "Pero mantenían el calor del cuerpo mucho mejor de lo que podría pensarse, de distintas formas: lº) con el fuego; 2º) untándose con aceite de pescado o grasa de lobo marino, que aislaba bastante contra el frío, protegía la piel contra el viento y hacía resbalar el agua; 3º) comiendo mucha grasa, que daba calorías."
Palermo, M.A. Los Yámanas. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.
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